miércoles, 24 de mayo de 2017

La "justicia" del siglo XXI

En pleno debate social sobre limitar la libertad de expresión por la vía administrativa, censurar ideologías o cercenar garantías procesales para contentar a las masas con una justicia-rápida (o justicia-basura), quiero centrar el asunto en el etiquetado prejuicioso que hacemos de los asuntos noticiables.
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[Emplearé comillas para resaltar las "etiquetas"]

Imaginemos que un "blanco" "veterano de guerra" y "discapacitado" está tranquilamente en un aeropuerto y empieza a ser hostigado e insultado por un "inmigrante" "latino" ("puertorriqueño").

Sin pruebas ni testigos, al hacer acto de presencia la policía del aeropuerto, los agentes hacer una rápida valoración de la situación y determinan que el "latino" está molestando al pobre "norteamericano" "blanco" ¿Se necesitan más pruebas? No. Fin del asunto. Deportación del latino y todos contentos. Justicia rápida, justicia basura.

 
Si resulta que el "blanco" "veterano de guerra" y "discapacitado" es el que comienza a insultar e increpar al "latino" por HABLAR EN ESPAÑOL, la cosa cambia. Ahora el "inmigrante" "latino" es un "norteamericano" de origen "puertorriqueño" que estaba haciendo legítimo uso de su lengua materna cuando un trastornado con malos modales le insulta, le molesta y realiza falso testimonio ante la policía para inducir su detención.
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He realizado esta ficción distópica para subrayar la necesidad de no realizar juicios de valor precipitados sobre los asuntos judiciales y sobre todo para entender la necesidad de mantener las garantías procesales aún a riesgo de hacer una Justicia lenta. Más vale que un culpable quede libre a que un inocente sea privado de su libertad. Condenar a alguien a prisión es algo muy serio y los delitos deben estar sólidamente probados para justificar la pena.

Las etiquetas con las que sustentamos nuestros prejuicios sólo nos alejan de esa Justicia ciega e imparcial, para llevarnos hacia una Justicia visceral y antidemocrática. Fusilar las garantías procesales no es ponerse del lado de las víctimas; es acercarse a la tiranía y dinamitar la poca democracia que nos queda. Recortar libertades cuando obedece a nuestros intereses individuales es un arma de doble filo que nos decapitará cuando el mismo recorte se aplique en nuestra contra. Hacer leyes asimétricamente discriminatorias por cuestión de género es tan aberrante como hacerlas por cuestión de cuestión de "raza", credo o ideología política.

El poder legislativo y el judicial no pueden ni deben caer en esa trampa populista y si se decide proteger a un colectivo vulnerable, debe hacerse desde el poder ejecutivo, educando, sensibilizando, visibilizando, protegiendo con todos los mecanismos a su alcance...

Todo esto viene a colación tras leer cientos de comentarios en las redes donde se debate sobre violencia de género, la ley mordaza 2.0 de Podemos, feminismo y pseudofeminismo, terrorismo e islamofobia... y muchos otros asuntos de la actualidad porque sucede que hay personas que hablan de Justicia sin tener ni idea de leyes ni de Justicia, sentencian sin juicio ni defensa, aplicarían la pena de muerte o la Ley del Talión sin que les tiemble la mano, censurarían todas aquellas opiniones (e incluso pensamientos) que les parecen ofensivos, ilegalizarían partidos en un abrir y cerrar de ojos... y luego se ponen orgullosos las medallas de ser demócratas, defensores de la libertad y la mar de tolerantes y ecuánimes.

En lo tocante a las Libertades Públicas y los Derechos Humanos hay un asombroso porcentaje de personas que abogan por la Justicia Medieval. Y lo peor de todo es que este es un caldo de cultivo perfecto para que enraíce un totalitarismo devastador que nos haga retroceder unos cuantos siglos. Y así nos luce el pelo.

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