viernes, 20 de junio de 2014

Se caen las máscaras

La sumisión no es tanto un status que se impone sino algo que se asume. Existen tantas razones para someterse por miedo como motivos para rebelarse ante lo que uno considera injusto. El hecho de que algunos se consideren ovejas frente a un autoproclamado pastor deja de tener sentido cuando unos y otros pertenecen, en apariencia, a la misma especie animal.

Lo de aceptar la monarquía en un estado democrático chirría tanto como ser taurino y militar en la defensa de los derechos de los animales. Pero no me resulta humillante que un sistema carcomido se autoblinde proclamando a tiranos no-electos que perpetúen su hegemonía. O que se realice un referendum y si se refrenda el actual sistema me tragaré mis palabras. Pero lo que más me preocupa de todo esto es la ausencia generalizada de talante democrático.

¿Qué hay más sagrado en una democracia que la libre expresión de ideas políticas cuando se hacen dentro del marco legal que establece la Constitución? Los hechos son incuestionables y son gravísimos porque denotan una ausencia total de democracia, no sólo por parte del gobierno, ni del evidente servilismo de los medios, sino de la aparente indiferencia de los que deben ser los mayores defensores de la democracia: el pueblo.

Si el pueblo acepta tal humillación, sean republicanos o monárquicos, del PP o del PSOE, de Podemos o de Vox, si permitimos que la libertad de expresión sea motivo de detenciones ilegales, si nos parece irrelevante que alguien sea retenido contra su voluntad por exhibir una u otra bandera, si nos parece lógico que se emplee la violencia para acallar expresiones populares pacíficas... entonces es que todo está perdido.

Entre el fanatismo ideológico de los que justifican la opresión de los contrarios, hasta la indiferencia de los que ya lo han dado todo por perdido, se crea un panorama sociológico desolador que conforma el caldo de cultivo perfecto para que prolifere cualquier tiranía totalitaria sin encontrar la más mínima resistencia. Aunque a decir verdad tampoco esperaba menos de una "democracia" traída de la mano de un señor feudal puesto a dedo por un dictador militar.

En cualquier caso yo me niego a arrodillarme. No soy subdito, ni vasallo, ni esclavo. Pero respetaré a quien libremente quiera serlo. Como dijo Voltaire, "No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo. "