viernes, 12 de agosto de 2016

Miedocracia

Uno abre un periódico al azar o ve cualquier telediario y es bombardeado premeditadamente desde las más altas esferas con mensajes de miedo y odio. Musulmanes esto, extranjeros lo otro, hombres que matan mujeres, mujeres que matan niños, niños que matan animales, policías que matan negros, negros que matan blancos... linchamientos, atentados, guerras, violaciones: barbaridad tras barbaridad. Y no es que no sucedan, o no deba informarse de las calamidades de este mundo, sino que toda esa ristra de "sucesos para no dormir" están cuidadosamente seleccionados, sesgados y encapsulados para precisamente lo contrario: adormecer, anestesiar, someter a las masas a un estado de shock, bloquear su raciocinio convirtiéndoles en seres predecibles y maleables.

El Poder, en mayúsculas, lleva siglos perfeccionando el método de esclavizar a las masas. Cadenas y latigazos son herramientas desfasadas e ineficientes: casi todo el siglo XX ha sido una placa de Petri de las técnicas de manipulación y control masivo. Así los alemanes temieron a los judíos, los estadounidenses a los rusos, Occidente a Oriente Medio, los blancos a los negros, los hombres a las mujeres, los ricos a los pobres, los soldados a los hippis, los de un país a los extranjeros, los judíos a Palestina, los ateos a los cristianos, los cristianos a los musulmanes y los de derecha a los bolivarianos. Todos temen algo y curiosamente coincide con lo que suele decir la tele de cada punto del planeta.

La gente no es idiota: la idiotizan. La gente no es cobarde: la acobardan. No asume riesgos, no abre horizontes, no deja ese trabajo que les roba un poquito de vida cada día por miedo al paro ni rompen con esa relación sentimental tóxica por miedo a la soledad. No se abren a otras personas por miedo a salir heridos no vaya a ser que compremos las perdices y al final se nos pongan pochas en la nevera. Para qué votar a otros partidos pues al final todos son iguales. No viajo por lo que pueda pasarme. No pruebo eso nuevo no vaya a ser que no me guste. En definitiva: mejor no arriesgar porque podría perder. Mejor malo conocido... las cosas siempre fueron así... y cantinelas de este calibre que llevamos incrustadas en el ADN cultural.

Como decía la película Noviembre... "Nosotros queríamos cambiar el mundo y no lo conseguimos: ahora lo que intento es que el mundo no me cambie a mí."