Llamadme radical, pero tengo la solución a las desigualdades en el
mundo: eliminar las fronteras. Sin fronteras todos los seres humanos
tendrán libertad de tránsito, se masificarán aquellos países que viven
en la riqueza y se vaciarán aquellos que están en guerra, los que viven
conflictos armados por el control de recursos naturales, los que sufren
sequías y hambrunas constantes. Cuando todo colapse, porque colapsará,
la sociedad del planeta tomará consciencia del problema, hará
visible la pobreza lejana, se convivirá por fuerza con los mutilados
por las guerras, con los niños-soldado, con los esclavos y esclavas de
este sistema global, con los enfermos de enfermedades contagiosas que
sólo cura el dinero. Podremos comprobar como nuestro sistema
político-económico es a todas luces inviable, porque la riqueza y la
pobreza se mezclarán irremediablemente, haciendo visible y palpable
realidades invisibles de países lejanos. Exigiremos a nuestros políticos
el fin del capitalismo salvaje, el de las multinacionales depredadoras,
las guerras preventivas por petróleo. Ningún país sería más rico que
otro porque correría el riesgo de ser la residencia de todos los seres
humanos de la Tierra. Ningún barrio sería más rico que otro. Nadie
tiraría comida porque no habría comida suficiente para comer como
comemos. Estaríamos obligados a compartir la riqueza y a diseñar un
sistema económico más equitativo porque nadie quiere ser pobre, nadie
quiere morir de hambre, nadie quiere vivir bajo las bombas de la guerra.
Muchos por fin verán que la riqueza de unos es la pobreza de muchos, y
que no hay paz social si no hay garantizado un mínimo razonable para
sobrevivir con dignidad. O vivimos todos como humanos, o quizás deberíamos
condenarnos al caos más autodestructivo cuanto antes.
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